INVESTIGACIONES

Desde que Robert Ballard decide explorar los restos del naufragio con el sumergible Alvin, han derivado muchas expediciones de varias compañías e instituciones para estudiar al Titanic.
En 1991 con submarinos rusos se filmó Titanica en el formato IMAX y uno de los submarinos estaba cargado con potentes luces y otra nave tenía las cámaras de 70mm de IMAX, trayendo consigo las mejores imágenes del barco hundido.
Los primeros objetos son removidos en 1987 y en 1993 se entregó la autorización legal a la compañía de George Tulloch, RMS Titanic, para seguir con la operación de salvamento de objetos, con la salvedad de que ninguno de ellos sería vendido para beneficio de dicha compañía.

En 1993 y 1994 cientos de objetos fueron rescatados; desde el ángel que adornaba la escalera Principal hasta papeles y otros objetos personales.
Todos estos objetos rescatados están meticulosamente preservados en un laboratorio francés de conservación y muchos de ellos se encuentran desde 1994 en exhibición en el Museo Marítimo Nacional Británico.
Por primera vez, basándose en el moderno análisis de materiales, varios científicos canadienses dan una nueva explicación sobre las verdaderas razones que provocaron el desastre.
Una prueba realizada sobre una plancha de metal que perteneció al casco de la nave, demuestra que el acero que se usó en la construcción era frágil como el cristal, con demasiada proporción de azufre. 
Además, el diseño de los compartimentos estancos no era el adecuado en caso de un siniestro. 
Se ha realizado una apasionante investigación que aclara algunos enigmas y resuelve varios misterios en torno al naufragio más dramático de la historia.

El misterio parece haber llegado a su fin
Cientos de teorías, de profundas investigaciones (muy pocas con algún resultado positivo) han intentado, en las últimas ocho décadas, dilucidar las causas que hicieron posible el rápido hundimiento del buque, el mismo al que sus contemporáneos calificaban como él más seguro de su época: el Titanic. 
Nuevos exámenes de la estructura del buque y una apasionante investigación, de rigurosidad casi detectivesca, sobre la composición del material con que fue confeccionado el casco de la nave, ayudan a clarificar las causas reales, basadas en fundamentos científicos, de uno de los grandes enigmas del siglo.
No obstante, la respuesta definitiva al gran interrogante del siniestro solo sobrevino en la tarde del 6 de Enero de 1995.
Saltó ante los investigadores (entre ellos estaban Blasco y Ferguson) en el Centro de Física Naval del Departamento de Defensa de Canadá, en Halifax, capital de Nueva Escocia.
Allí, el ingeniero en erosión de materiales, Kent Karis Allen, tomó esa tarde en sus manos la pieza decisiva para despejar uno de los mayores enigmas contemporáneos.
Era un trozo del casco; un disco de apenas 20 cm. de diámetro y 2,30 cm. de espesor.
Las algas y residuos oceánicos no impedían ver los agujeros de los remaches originales.
Una vez limpio, aparecieron trazas de la pintura marrón, que estaba casi intacta. 
Curiosamente, había muy pocos rastros de óxido, lo menos que podía esperarse al cabo de 83 años.

¿Cómo llegó este fragmento de casco hasta los laboratorios canadienses? 
A partir de 1991, un grupo de científicos calificados, piloteados por el geólogo canadiense Steve Blasco, su ayudante, el oceanógrafo William Snyder, y el ingeniero Ferguson, habían bajado a las profundidades oceánicas, para extraerle al Titanic una confidencia decisiva.
Los acompañaban camarógrafos que filmaron aquellos abismos estremecedores, poblados por peces jamás visto antes y por raras formas fosforescentes.
Los intrusos se desplazaron muy cerca del esqueleto del barco naufragado, abordo de 2 mini-submarinos soviéticos MIR.
Utilizaron un modernisimo radar de barrido electrónico y eco-sondas ultrasónicas, capaces de enfocar un metro cuadrado a 5 mil metros de profundidad.
Descendieron más de una vez a ese inquietante cementerio marino.
El trozo de casco fue lo único que extrajeron y todo lo demás fue respetado.
El disco de metal, vibrante de secretos casi centenarios, astillados en múltiples quebraduras, se empeñaba ahora a decir algo.
Cuando Ken Karis Allen tomó dicho disco entre sus manos, lo hizo como cumpliendo una ceremonia única. 
Y lo era. Lo colocó con lentitud en lo que el llama "El Banco de Torturas".

Dijo a sus ayudantes: 
"Sospecho varias cosas sobre la calidad de este acero. Todo acero es básicamente una aleación de hierro y carbono, pero es crucial el procedimiento seguido para purificar el hierro, así como para evitar que el carbono precipite en carburo de hierro...".

Añadió que en la actualidad existen aceros especiales, que incluyen otros elementos, algo que no se conocía en la primera década del siglo.
Tampoco se practicaban los actuales test de fragilidad. 
En aquellos tiempos eran muy numerosas las rupturas de dientes en los engranajes; sería casi imposible que el producto de una acería actual se quebrara de tal modo: antes se doblaría, y solo se fracturaría en zonas muy precisas (uniones soldadas o remachadas) luego de haberse formado y haber absorbido elásticamente gran parte del impacto.
Para demostrar lo ocurrido, Allen usó el llamado péndulo de Charpy. 
Parecía un detective a punto de desentrañar un crimen. 
El descomunal péndulo, cuyo peso de 30 Kg., se incrementaría varias veces con la aceleración, iba a impactar primero sobre una muestra de acero naval recientemente elaborado; después golpearía sobre aquel fragmento del casco.
Ambos trozos de acero aguardaban dentro de una solución alcohólica a 1º centígrado bajo cero, temperatura idéntica a la que tenía el mar en el momento de la catástrofe de 1912.
Bajo el tremendo golpe, la pieza de acero actual se dobló por la mitad con un ruido seco, como sí fuera de goma; pero no se rompió.
El péndulo se detuvo, en tanto los instrumentos electrónicos instalados en la punta del Charpy deletrearon la fuerza del choque y la reacción física de la pieza impactada.
De inmediato, Allen oprimió nuevamente el Switch que accionaba el péndulo, esta vez, lo que estaba bien sujeto en la morsa era el trozo - testigo del Titanic.
Y entonces ocurrió lo que el científico había presentido: cuando la cabeza del péndulo cayó sobre la cabeza del metal, este dio un sonido agudo, como un grito.
Todos los que estaban allí sintieron un escalofrío al ver como la pieza se partía en dos tajadas filosas, mientras el péndulo todavía seguía girando en el aire.
Costaba muy poco imaginar, en el lugar de esa maza, la gigantesca muela de un iceberg.

Quedaba develado el punto capital: el acero del casco del Titanic era casi tan frágil como el cristal; fragilidad acrecentada por el alto contenido de azufre que tenía, técnica que cuyo objetivo era darle al duro metal la máxima tensión posible.
Todo esto quiere decir que el desconocimiento del concepto de fractura por fragilidad fue un hecho letal.
Así, la incógnita principal (como fue que el casco cedió tan fácilmente a la agresión del témpano) quedaba develada.
Igual que la rapidez de la inundación y la inutilidad de los compartimentos estanco.